7 abr 2011

El origen

Nací un 29 de febrero, una fecha escurridiza si alguien desea ser agasajado en su cumpleaños. Mi madre no se esperaba este embarazo; así que cuando el ginecólogo anunció su repentina preñez, cayó en un estado depresivo del cual nunca se ha recuperado. Por supuesto que intentó deshacerse del feto que le corroía el útero y se le instalaba en el cuerpo como el parásito más impertinente. Tomó pastillas, practicó equitación y deportes extremos, se volvió alcohólica, ayunaba, bebió los menjurjes abortivos que le recomendaban y hasta se practicó un aborto maltrecho que le dejó una infección en los ovarios de por vida. Con todo y esto, nací yo, en un parto muy difícil, porque cuando estaba a punto de salir, mi madre apretó la vulva y se negó a pujar. Las enfermeras tuvieron que amarrarla, una la abofeteó mientras el médico aplicaba forceps. Dicen que cuando salí no lloré, me imagino que debió ser por causa del miedo. Estaba hecho caca encima y mi madre maldecía, eso dice el informe médico-psiquiátrico-policial que levantaron en tan peculiar trabajo de parto. Mamá se encargó de regalármelo cuando al fin aprendí a leer. También decía que ella se negó a mirarme y darme pecho cuando una enferma me acerco a su regazo. En la parte del informe que la incrimina por intento de asesinato se puede leer que mi madre se zafó de las ataduras e intentó estrangularme con el cordón umbilical. Culminado el parto se la llevaron presa. Mi abuela se encargó de trasladarme hasta el retén femenino para que me amamantara, mi madre aún me acusa de que por mi culpa pasó presa todo su permiso postnatal.
Dice mi abuela, que está loca y tiene un ojo tuerto, que cuando mi padre me vio por primera vez preguntó: "¿pero se irá componiendo con el tiempo?" A mi abuelo, el esbirro soviético que murió creyendo que Stalin fue un incomprendido, le hacía mucha ilusión mi nacimiento. Yo sería el heredero de su historia, de su diario y de sus instrumentos de trabajo. Como él tenía una orden de captura en su contra por crímenes de lesa humanidad, se presentó disfrazado al hospital. Al lado de mi cunita dejó una sonajera hecha de pequeños dientes que parecían humanos, según la abuela, porque nunca tuve el juguete conmigo. Mi madre prohibió los juguetes en casa, también la navidad y mi fiesta de cumpleaños y la vacuna contra el polio y la vacuna contra el sarampión. La decisión de suprimir la navidad la tomó en esa ocasión en que mi abuela, que es muy imaginativa y escucha voces, me puso un moño de regalo y me instaló bajo al árbol de navidad, para que su hija entendiera que yo había sido un regalo en su vida. Mi madre, que se enoja fácilmente, tumbó el árbol, sin antes levantarme, razón por la cual tengo una marca en mi ceja izquierda, producto de la estrella filosa y de metal que se me incrustó en la caída.
La familia de mi padre se dedica a los negocios, a excepción de mi tío el cura que está preso, acusado de pedofilia. El cura fue el tío que más cariño prodigó a mi infancia abandonada, era el único que lograba hacerme salir del clóset o de debajo de la cama, los lugares donde más tiempo pasaba. A veces, cuando me negaba a salir, mi tío se metía conmigo y jugábamos. 
Mi padre es bueno para las apuestas y las estafas; aunque una de las apuestas más importantes de su vida la perdió. Apostó con un amigo a que mi madre no me permitiría nacer. Perdió su automóvil de entonces y todavía le reclama a su mujer por haber provocado la derrota. 
El hermano mayor de mi padre es un traficante de niños y de órganos. Cuando yo era muy pequeño trató de venderme a una familiar rica y asiática, pero como mi padre exigió el 60%, se cayó el negocio. Molesto al no lograr un acuerdo, mi padre lo denunció a la policía. A mi tío lo metieron preso y desde entonces no se hablan. Yo lo visito eventualmente. 
El hermano gemelo de papá es narcotraficante, a él le gustaba regalarme osos de peluche cada vez que salíamos de viaje. Una vez iba a viajar con él y en esa oportunidad me regaló el oso más grande que he tenido en toda mi vida, era más grande que yo.  Ya casi estábamos listos para embarcar cuando de pronto se activó un mecanismo de seguridad a nuestro alrededor. Mi tío se escabulló y yo me quedé con el gran oso rasgado y supurando cocaína. Pasé varias semanas en un correccional y mamá firmó los papeles para que me quedara internado hasta que cumpliera la mayoría de edad, pero el Estado la demandó por incumplimiento de maternidad responsable y fue obligada a recibirme de nuevo. Desde entonces me azota.
Mi familia, mis obsesiones, éste es mi origen. Ténganme paciencia, estoy pal perro

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