20 abr 2011

Semana Santa Underground

Semana Santa es la época en que verdaderamente me siento en familia. En casa tenemos la costumbre de celebrar todos los rituales cristianos, no como un acto de fe católica sino de acercamiento a través del acoso y la flagelación. Al inicio de la cuaresma, mi madre prepara los tizones para colocar la ceniza en mi frente. Mi abuela le aconseja usar cenizas de tabaco, pero mi madre se mantiene firme en sus métodos rudimentarios. "La fe debe doler", sentencia antes de ponerme el tizón en la frente. Durante los siguientes días de la cuaresma, mi abuela se encarga de sanarme el ardor con una mezcla de tabaco y saliva que prepara en la palma de su mano. Para el domingo de ramos soy el encargado de buscar las palmas en una montaña en las afueras de la ciudad. La creencia familiar es que la búsqueda debe ser nocturna y en solitario, esto garantiza un mayor poder sagrado a las palmas que serán bendecidas. Lo malo es recorrer de vuelta tantos kilómetros, a pie y descalzo, azotado por la picazón de garrapatas que se vienen conmigo. 
Tengo varios roles asignados para la celebración de la fiesta santa. Siempre me tocan los mismos papeles, a pesar de que más de una vez he propuesto que hagamos un casting para asignar el papel de acuerdo a nuestras cualidades histriónicas, no obstante, mi propuesta nunca ha sido tomada en cuenta. Antes de continuar contando cómo celebramos en casa la Semana Santa, debo advertir que manejamos un estilo bastante Underground-sádico-poético. En el acto de la última cena, me toca interpretar a Judas y mi madre hace de Jesús. En medio del bacanal (que sólo pueden disfrutar mis padres y el resto de los apóstoles porque yo debo estar en línea para interpretar a Jesús el viernes de la crucifixión) mi madre-Jesús prorrumpe: "está entre nosotros un hijo de puta que me venderá al enemigo". Los ojos inyectados de sangre de mi madre-Jesús se fijarán en mí, y pronto ella se deslenguará en ofensas, golpes y una guerra de comida contra mi cuerpo atado al respaldo de la silla de piedra. 
Para abastecerse del resto de los apóstoles, mi padre invita año tras año a algunos antiguos compañeros de prisión . La mayoría de ellos suelen ser enfermos mentales que disfrutan del festín de golpes y vejaciones que se brindan en la última cena.Varios de estos amigos se quedan para el viernes de crucifixión y siempre se les asigna el papel de soldados romanos. Y como en casa no gusta la utilería, los látigos y las armas son reales. 
La última cena suele culminar en una orgía entre mis padres y los apóstoles, mientras que yo quedó exhausto luego de haber sido amarrado, condenado, golpeado y sodomizado (a veces no en este mismo orden.)
A mi madre le encanta hacer del apóstol Pedro cuando le toca negar a Jesús, lo malo es que ella es demasiado histriónica y se toma muy en serio su personaje, tanto que termina exagerando su parlamento, extendiéndolo a una serie de negaciones y ofensas innecesarias. "No es mi maldito hijo. Lo juro por dios que no es mi hijo. Él es sólo un error de cálculo, un mal lechazo. No, no es mi hijo. Quitádmelo de encima, de lo contrario os juro que lo mato". Mamá se pasa, hasta asume acento español, el mismo del doblaje de las películas santas de los años 50. Tan involucrada está con su personaje que entra en trance y comienza a golpearme, luego cae desmayada y botando baba por la boca. Mi madre es tronco de actriz.
A papá le interesa menos la actuación, sin embargo, disfruta mucho haciendo el papel de Poncio Pilato, sobre todo cuando ofrece al pueblo escoger entre el llamado Mesías y el popular delincuente Barrabás. Como todo un Show-Man muestra los beneficios de liberar a Barrabás, mientras a Jesús (o sea yo) lo va empujando al abismo del viernes. En el acto de la crucifixión, prefiere hacer del soldado que le da vinagre por agua al crucificado. Le gusta tanto el papel del soldado que apuesta a los pies del adolorido Jesús (o sea: yo, señores). Alguna vez casi me desangro porque papá se quedó apostando y se le olvidó descolgarme de la cruz. Ya saben que a mi madre le gusta usar clavos de verdad para el acto más importante de la Semana Santa, esto le da un aire más real a la representación. Una vez cogí una infección porque no me pusieron la vacuna antitetánica después de desclavarme. Mi madre no la consideró necesaria, dijo que con alcohol bastaba. Bueno, ella no tiene porqué saberlo todo. 
El año pasado me crucificaron en un palo ensebado, mis padres estuvieron de acuerdo en que este elemento le agregaba un toque autóctono a nuestra experiencia teatral-religiosa. Lo malo de esta decisión es que el desgarramiento y el dolor se intensificaron, pero valió la pena, quedó de un original...
Para este año mis padres tienen planeado que no haya resurrección. La idea es enterrarme entre rocas gigantes que no permitan la salida por ningún lado. Según ellos, esta puesta en escena pretende dejar un mensaje para la reflexión: ¿Qué pasaría si Jesucristo no hubiese resucitado? Sin duda, este será el papel de mi vida, o al menos moriré en el intento. 

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